Friday, June 24, 2011

¿Intelectualmente oprimido?

¡Hago mi propio llamado a la rebelión de las masas!
Responda mentalmente el siguiente cuestionario.  Luego analice y vea si usted es parte de esa gran mayoría que se siente menospreciada por aquellos que se declaran aptos para opinar en temas culturales y literarios:

  * ¿Ha querido dar su opinión y ha sido invalidada por no ser un especialista?
  *  ¿Siente que le han dicho o impuesto lo que tiene o no que pensar? 
  * ¿Ha temido confesar que no le gustó ese libro de moda?
  * ¿O quizás ha temido confesar que sólo ha leído lo que está de moda?
  * ¿ Le avergüenza que lo tilden de consumidor de cultura comercial?
  * ¿Se avergüenza de no entender o no encontrar interesantes a los clásicos?
  * ¿Se avergüenza de no haber leído a Proust, Joyce, Faulkner y otros del estilo?
  * O si los ha leído, ¿le avergüenza reconocer que no los entendió o dar su propia opinión al respecto?

¿Es que acaso existe una bibliografía específica que leer y comprender para convertirse en un ser opinante en literatura?  Lo invito a que si le interesa el tema, busque su propio camino de goce. Lo bonito de da literatura es que ni una biblioteca es igual a la otra y que la combinación de libros es infinita. Busque usted la suya, muéstrela, compártala y, sobre todo, piénsela, analícela y disfrútela. 

¡Que el pueblo con aspiración a pensante sea escuchado y no opacado!



PD: Se ruega no tomar muy enserio todo lo anterior. Hay quienes buscan discursos pretenciosos, con mucho adorno y nula sustancia. Yo de adornos paso, me quedo con lo de la nula sustancia. 

Thursday, June 16, 2011

Carta de disculpas

Manolo: en la dirección del colegio me dijeron que te tenía que pedir perdón por la golpiza y los insultos del otro día. Como sabrás, no soy de los maricas que se van a arrodillar al frente de todos por miedo a que me expulsen, por eso decidí escribirte. (Te vuelvo a romper la cara si le muestras esta carta a alguien. El trato es que le tienes que decir al director que la recibiste para yo poder terminar el año, ¿entendiste?).
            Ahora, voy por las disculpas: MANOLO PERDONA POR HABERTE DICHO MARICÓN, HIJO DE PUTA, PERNO, QUE TU MAMÁ CON SUS MINIFALDAS PARECE ZORRA. PERDONA LAS PATADAS EN EL CULO Y EL HABERTE DESVIADO LA NARIZ (No tiene que haber estado tan mal esa pasada por el hospital, cuando visitaba a mi padre ahí,  las enfermeras siempre me regalaban dulces).
            Mi mamá está que se deshace, llora como Magdalena todo el día. No hay quién la aguante. Está segura de que su hijo va a terminar en el reformatorio. Ella me insistió  que pusiera en la carta que entendieras que  mi actitud agresiva es por la muerte de mi padre. Tú sabes que no creo en esas mariconadas y que una cosa no tiene nada que ver con la otra y no me creerías. ¿A ti se te murió tu viejo también verdad?  Y no te andabas peleando con todos por eso. Pero igual eres raro…mucho libro, mucha buena nota, pero ¿y las pichangas? ¿las minas? ¿No serás maricón enserio? Perdona, a lo nuestro, lo que quiero decir es que tú también te has buscado todas las palizas amigo. A ti sí que te habrá afectado crecer sólo con tu mamá
            No eres mala persona. Aunque no te creas, me acuerdo que cuando mi papá estaba mal, tu mamá te llevó al hospital para que me ofrecieras ayuda con los cuadernos y las tareas. Te quería  preguntar cómo era eso de no tener papá, yo sabía que al mío le quedaba poco, que ese cáncer no duraría más de un año, se lo había escuchado a un doctor,  pero tú con tus anteojos gruesos, tus frenillos, no me hablaste nada de que no fuera del colegio…mala onda. Yo no quería hablar del colegio ese día.
Bueno, no estoy para estupideces. Ahí están las disculpas. Tienes que saber que te pegué porque eres raro nomás. No te lo tomes a la personal ¿bueno? Así es la vida. Pero voy a tratar de no hacerlo más, DISCULPAS y acuérdate de no mostrarle a nadie esto y decirle al director que hice esta carta.  


Saturday, June 11, 2011

Algunas verdades de Chateaubriand

Pequeños extractos de las memorias de Chateaubriand para su deleite:

"Mis sentimientos cobraron un nuevo grado de fuerza; cruzó por mi espíritu la vanidad de la fama; por un momento creí en mi talento, pero pronto, volviendo a una justa desconfianza de mí mismo, me puse a dudar de este talento, tal como lo he dudado siempre.
Dejé de escribir, me puse a lamentarme de mi gloria futura, como se llora la propia gloria pasada". 

"Mi cuna tiene algo de mi tumba, mi tumba algo de mi cuna, mis sufrimientos se tornan placeres, mis placeres dolores, y ya no sé, al acabar de leer estas memorias, si son de una cabeza que peina canas o de una de oscuros cabellos". 

"La vida me sienta mal; tal vez me vaya mejor la muerte". 

“Al no reconocer en mí nada de lo que era necesario para ser amado, me prodigaba en aquello de lo que carecía. Montaba a caballo como Cástor y Polux, tocaba la lira como Apolo; Marte manejaba sus armas con menos fuerza y destreza que yo; héroe de novela o histórico, ¡cúantas aventuras ficticias!".


“Al salir de estos sueños, cuando me volvía a sentir un pequeño y pobre bretón desconocido, sin gloria, belleza ni talento, que no atraía las miradas de nadie, que pasaría ignorado, que no sería amado por mujer alguna, la desesperación se apoderaba de mí: no me atrevía a alzar los ojos hacia la imagen brillante que me había forjado en mi andar por la vida”.


  

     Ahora se esperaría una profunda reflexión por parte de la autora de este blog, pero lamento decepcionarlo. Una vida work in progess y un exceso de humildad me avalan para aseverar que esos párrafos hablan por sí solos y palabrería barata sería sólo parafernalia. 











Tuesday, June 7, 2011

De "Enterrar el pasado" y otros clichés

Cuando estamos mal, nos hemos equivocado en alguna decisión, la vida nos ha dado golpes duros, siempre encontramos al amigo que nos dice: Tienes que enterrar el pasado y seguir adelante. Con la mejor de las intenciones nos alientan con esa frase con el fin de que “cavemos” y dejemos oculto, tapado, así como un perro con su hueso, todas esas malas experiencias y sigamos adelante con nuestra vida. En los países que han sufrido dictaduras ya se ha transformado en un tópico que todos los políticos en sus discursos hablen de enterrar ese pasado. Cuando Gorbachov propuso sacar el cuerpo momificado de Stalin de la Plaza Roja y enterrarlo, los periódicos titularon: “Gorbachov quiere enterrar el pasado”, queriendo ejemplificar que lo que se quería era dejar atrás la huella del instaurador del régimen soviético.

 ¿Pero el verbo enterrar implica intrínsecamente olvido, quiebre, muerte, el paso del antes al después? ¿Sólo enterramos lo que queremos olvidar? No siempre. El enterrar puede implicar muchas más cosas. Se entierra también lo más preciado, lo más íntimo, lo más importante. Los piratas enterraban sus tesoros, así lo mismo el perro con su hueso, que lo oculta también como medida de protección. Cuando enterramos a un ser querido no pretendemos que desaparezca de nuestra vida, seguir adelante como si no hubiese existido. Es más, están aún más presentes muchas veces que cuando estaban vivos. Adornamos los cementerios con flores, visitamos ese lugar de entierro con devoción. Muchas veces las personas, al morir, al ser enterradas, se ven mitificadas y laureadas de manera casi risible, sólo por el hecho de ya no estar se idealizan. ¿Quién habla mal de un difunto? ¿James Dean o Marilyn Monroe tendrían la misma fama si no estuviesen “enterrados”?. También, en otro ejemplo, cuando queremos plantar algo, enterramos la semilla, la que luego germinará. De ese entierro se generará vida.

¿Qué nos quieren decir, qué buscamos aconsejar cuando se utiliza la expresión enterrar el pasado? ¿Tratarlo como si fuera un muerto? ¿Atesorarlo? ¿Hacer el símil con una semilla para sacar luego frutos de él? ¿Olvidarlo? Quizás sería necesario darle una vuelta antes de volver a dar a este consejo nuevamente.

Sunday, June 5, 2011

Caída

Era el cumpleaños de mi marido y todos ya comentaban la embriaguez de su secretaria. Me resultaba un tanto incómoda la situación, pero decidí no hacer nada, pretender como si no me percatara de su presencia. Por el rabillo del ojo vi como avanzaba a paso lento hacia mí, trastabillando por el borde de la piscina. La perdí de vista un segundo, fue tarde. Sentí el roce de su pierna en la mía, luego una leve tensión producida por su mano en mi brazo. Clavé la mirada en su rostro. Recuerdo sus ojos desorbitados, pero en ellos no había maldad, quizás pena, quizás rabia, quizás despecho, nos miramos sabiendo que nos teníamos que mirar, que nos teníamos que encontrar, no como dos extrañas. 
Me muevo en cámara lenta, pierdo mi suelo en fragmentados movimientos. Alcanzo a ver a mi marido girando la cabeza de un lado a otro, hacia ella, hacia mí, hacia ella, hacia mí, con movimientos torpes que resultaban ser nada. Él y la inacción, la indecisión. Quizás tuve tiempo para reaccionar, pero no hice nada, quizás premeditadamente, una decisión límite en un momento límite, dejarse caer. Suelo decidir no decidir, decidir no hacer. Quizás debí haber hecho algo, pero era muy tarde, yo ya había caído mucho antes de esa noche. Quizás me dejé caer nuevamente para que todos vieran que había caído y por quién había caído.