Monday, September 8, 2014

Bombón


En el colegio me declaré feminista. No entendía muy bien qué significaba, pero a los nueve años yo me autoproclamaba defensora acérrima de la mujer. Esto luego de oír una conversación en la que me enteré que mi abuela siempre quiso trabajar y mi abuelo no se lo permitió. Nunca había escuchado nada tan injusto. Hay que entender que en ese minuto, para cuando fuera grande, yo anhelaba ser Presidenta de la República o azafata de cohetes. Pionera.

Con el paso de los años, menos mal, me olvidé de la política, quizás no tanto de lo cohetes. Crecí, se me esfumaron los ideales y el odio a los hombres; me enamoré, me desenamoré, pero siempre me quedó el control. Las ansias por tener control. Más que ansias, la seguridad de que podía controlarlo todo. Pionera, aguerrida, nunca subyugada.

Asumo que he jugado con los límites.  Límites en todo sentido. He sido lo que se puede decir díscola. He hecho sufrir también. Cuando pequeña siempre perdía, tanto en las batallas físicas como en las verbales, hasta que descubrí mi poder de oratoria. Soy hábil en eso, me entretiene la discusión, el desarmar el argumento del “oponente” y sentir que queda en el suelo como si le hubiese aplicado una infalible llave de arte marcial. Un talento, un arte que hay que cultivar, que he cultivado; y con 30  años de experiencia, la pericia es al más alto nivel.

He salido con muchos hombres. La mayoría de las veces yo los he dejado, y los que a mí me han dejado eran unos idiotas, así que me han hecho un grandísimo favor. No lo digo de soberbia, digo las cosas como son. ¿Las razones de las rupturas? Infinitas. Uno de ellos, como a la tercera cita, pidió berenjenas preparadas de una extraña y ostentosa manera; y mientras las masticaba, un hilito de comida cayó desde su labio hasta su mentón, una de las escenas más desagradables que me ha tocado presenciar. No puedo estar con alguien que babea comida, menos aún berenjena, odio la berenjena.

Es que las cosas son o no son. Creo que los seres humanos calzamos o no. Como un puzzle o una receta de cocina. Si no es la pieza adecuada, simplemente no va a encajar, no va entrar ni fundirse con la otra parte para conformar al final una sola imagen, una sola comida, una sola obra de arte. Así de simple. No hay mucho lugar para dudas.

No sé si será un pragmatismo severo, pero siempre he mirado con asombro a esas mujeres que se pueden pasar horas analizando y divagando sobre los hombres y sus relaciones. Ellos son básicos. Los aceptas o no. No hay más. No hay muchas sorpresas que puedan venir del género masculino y las mujeres hemos ido sacando de eso ventajas.

Ventajas en todo sentido. En lo laboral, por ejemplo, hemos demostrado que podemos ser mucho más holísticas a la hora de enfrentar los desafíos. Manipulamos de manera tan sutil y fina que somos capaces de hurdir complejos entramados para finalmente salirnos con la nuestra, pelear nuestros espacios. Y creo que hemos salido victoriosas.

Con esfuerzo me he hecho ese espacio. Soy repostera, especialista en chocolate. Amo el chocolate. Además de comerlo y prepararlo, me gusta escribir sobre él; creé el blog AmanteCacao, tengo muchos seguidores y de ese blog ya han nacido dos libros. Es que no hay nada más complejo, sofisticado y que ponga más a flor de piel los sentidos que un buen chocolate. Muchas cosas se han escrito y dicho de él.

"Después de comer chocolate te sientes como un dios, como si pudieras conquistar a los enemigos, liderar ejércitos, atraer a los amantes", dijo la gran chef americana Emily Luchetti. "Bioquímicamente, el amor es igual que comer grandes cantidades de chocolate", aeguró John Milton, el mismísimo demonio personificado por el gran Al Pacino en la película El Abogado del Diablo. Tengo una obsesión con las frases, pensamientos y dichos que existen acerca del chocolate. Busco y "colecciono" compulsivamente cuanto material pueda haber al respecto.

"¿Para qué sirven los cartuchos en la batalla? Yo siempre llevo en su lugar chocolate", autoría de George Bernard Shaw. Fue el primero de muchos mensajes que un anónimo visitante de mi blog dejó con regularidad por un buen tiempo. Tiempo del que surgió una historia.
Nos conocimos. Él, mi barrera y yo. Con cautela, no soy de las que se equivoca fácilmente, prima siempre la cabeza. Barrera que cedió, avanzó y retrocedió según el día. Hubo eso sí un día, una vez, en que me sentí como el chocolate que a diario derrito en la cocina, hasta olor dulzón expelí, estoy segura.

Me sentí derretida, sin forma, sin marco, sin molde del que agarrarme, hecha a la medida sin fronteras de una cama. Sentí sus brazos ejerciendo la función de ese molde que había desaparecido. Me dijo al oído: “eres un perfecto bombón”, mientras se contorneaba sobre mí en movimientos cuidados.
Se me vino a la mente la receta de bombón relleno: se derrite el chocolate, se pinta el molde con él, se introduce el relleno y luego se deja enfriar para después comerse. Me levanté de prisa y le grité: ¡nadie me va a tragar!

Saturday, September 6, 2014

La que no sabía


Una mañana se despertó con los ojos saltones y grandes de su madre mirándola fijamente. "Hija, hoy tienes que aprender", le dijo sin más, dándose media vuelta y cerrando la puerta. Intuyendo lo perentoria de esa frase, entendió que su plan no podía tardar. Se levantó y abrazó a Simona, la muñeca que la había acompañado durante toda su infancia y que de adolescente era su única confidente. 

Fue a la cocina, siempre cautelosa, minimizando cualquier ruido que pudiese molestarla. Eso empeoraría aún más las cosas, y hoy, especialmente hoy, las cosas no podían salirse de control. Como siempre, en el refrigerador no había mucho: una leche rancia, una cebolla y tres huevos. Ni hablar de pan fresco. Desde la ida de su padre nunca hubo más nada fresco en esa casa. 

Siguió recorriendo la casa, a pasos cortos y casi en puntillas, mirando todo sabiendo que ya nada seguiría igual. Llegó al escritorio, encontró el único recuerdo que dejó su padre, sabía cómo hacerla funcionar. 

Caminó hacia el pequeño patio de servicio, y ahí su madre la esperaba. "Hoy tienes que aprender, purificar para salvar", le dijo a su hija llorando y con movimientos convulsos. "Mamá, otro muerto en la lavadora, no" y luego vino el estruendo final. 





Thursday, January 31, 2013

Fotografía



Cuando niño soñaba con ser fotógrafo y que mi ojo se multiplicara por todas partes. Mis imágenes. Mi mirada. Contempladas y admiradas por todos como algo único. Mi ojo en todo el mundo y todos los ojos en mí. Lo logré. Eso sí, me revelé tantas veces que perdí mi propio negativo.

Monday, January 28, 2013

Quiso



Cuando le dije que se fuera, se rió. Cuando le estaba haciendo su maleta, me intentó abrazar. Cuando rompí uno a uno sus perfumes, me quiso besar. Cuando finalmente saqué un cuchillo, ahí, obvio, quiso arrancar. Pero lo hizo lento. Muy lento. 

Wednesday, January 23, 2013

Manos


Cuando niños una vez jugamos a cocinar y esparcimos harina por toda la cocina. Un ruido. Era mi mamá, ella no entendería el juego. Nos escondimos debajo del mesón, nos tomamos de la mano. “Tranquila, parecemos fantasmas, seguro que cuando ella venga vamos a desaparecer”, me susurraste al oído.

Me apretaste la mano con fuerza. Yo ya no sentí miedo, no quería desaparecer, ni tampoco retomar el juego, no me importaba que ella viniera. Fingí temblar, quería que siguieras apretando mi mano. 


Tuesday, January 15, 2013

Muñeca


No me gusta que me digan muñeca, pero lo dejo pasar. Lo que sí me revienta es cuando me recuerdan que mis artículos se venden por separado.

Monday, January 7, 2013

Estaciones



 Nos conocimos un verano. Surgió una relación soleada, a contraluz, completando en la imaginación los detalles imperceptibles por el exceso de luz. Llegó el otoño, el cliché de lo que cae, en este caso, las caretas.   Esperamos, pacientes, obnubilarnos de nuevo. Cayó la primera gran lluvia y vimos todo con claridad. Sonreí. Tú no tanto. "Nos hablamos en primavera", ironicé y partí.