Saturday, September 6, 2014

La que no sabía


Una mañana se despertó con los ojos saltones y grandes de su madre mirándola fijamente. "Hija, hoy tienes que aprender", le dijo sin más, dándose media vuelta y cerrando la puerta. Intuyendo lo perentoria de esa frase, entendió que su plan no podía tardar. Se levantó y abrazó a Simona, la muñeca que la había acompañado durante toda su infancia y que de adolescente era su única confidente. 

Fue a la cocina, siempre cautelosa, minimizando cualquier ruido que pudiese molestarla. Eso empeoraría aún más las cosas, y hoy, especialmente hoy, las cosas no podían salirse de control. Como siempre, en el refrigerador no había mucho: una leche rancia, una cebolla y tres huevos. Ni hablar de pan fresco. Desde la ida de su padre nunca hubo más nada fresco en esa casa. 

Siguió recorriendo la casa, a pasos cortos y casi en puntillas, mirando todo sabiendo que ya nada seguiría igual. Llegó al escritorio, encontró el único recuerdo que dejó su padre, sabía cómo hacerla funcionar. 

Caminó hacia el pequeño patio de servicio, y ahí su madre la esperaba. "Hoy tienes que aprender, purificar para salvar", le dijo a su hija llorando y con movimientos convulsos. "Mamá, otro muerto en la lavadora, no" y luego vino el estruendo final. 





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