Sunday, June 5, 2011

Caída

Era el cumpleaños de mi marido y todos ya comentaban la embriaguez de su secretaria. Me resultaba un tanto incómoda la situación, pero decidí no hacer nada, pretender como si no me percatara de su presencia. Por el rabillo del ojo vi como avanzaba a paso lento hacia mí, trastabillando por el borde de la piscina. La perdí de vista un segundo, fue tarde. Sentí el roce de su pierna en la mía, luego una leve tensión producida por su mano en mi brazo. Clavé la mirada en su rostro. Recuerdo sus ojos desorbitados, pero en ellos no había maldad, quizás pena, quizás rabia, quizás despecho, nos miramos sabiendo que nos teníamos que mirar, que nos teníamos que encontrar, no como dos extrañas. 
Me muevo en cámara lenta, pierdo mi suelo en fragmentados movimientos. Alcanzo a ver a mi marido girando la cabeza de un lado a otro, hacia ella, hacia mí, hacia ella, hacia mí, con movimientos torpes que resultaban ser nada. Él y la inacción, la indecisión. Quizás tuve tiempo para reaccionar, pero no hice nada, quizás premeditadamente, una decisión límite en un momento límite, dejarse caer. Suelo decidir no decidir, decidir no hacer. Quizás debí haber hecho algo, pero era muy tarde, yo ya había caído mucho antes de esa noche. Quizás me dejé caer nuevamente para que todos vieran que había caído y por quién había caído.


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