Tuesday, April 10, 2012

¿Por qué Pie Forzado?

Todos necesitamos una ayuda para despertar, trabajar y también crear. Alternativas hay varias y van más allá de un ruidoso despertador o amenazas de nuestros jefes.Si lo que te gusta es escribir y te enfrentas a ese llamado "síndrome de la página en blanco", un empujón puede ser un pie forzado o una frase (que puedes incluir explícitamente o no) que te sirva como base para construir una historia o contar lo que quieras.  ¿Quieres un ejemplo? El siguiente relato fue creado bajo la frase:  "Alguien a quien acaban de abandonar roba unos zapatos". 



ZAPATOS AMARILLOS
Corrió, corrió muy lejos. Si miraba hacia atrás se desmayaba.  Si lo veía se desvanecía.
-“Mañana es mi cumpleaños, me prometiste zapatos amarillos”- gritó jadeando entre la multitud que le abría paso. Paró de pronto y ahí los vio. Sintió nauseas. Una mujer los llevaba en una bolsa trasparente, los reconoció de inmediato. Abrió su bolso, sacó una delicada cortapluma –“te quiero mucho, no quiero que nada te pase, úsala si te sientes en peligro”- le dijo él tiempo atrás. Entre mareos siguió cautelosa a la mujer. Esperó a que diera la vuelta en una esquina y la acechó –“dame lo que es mío”- gritó enajenada. Esperó medianoche aferrada a la bolsa. Se puso el calzado, se encaramó en el puente –“es mi cumpleaños, me prometiste zapatos amarillos”- saltó. 

El giro que se le quiere dar a esta humilde plataforma es jugar con esa ayuda que nos dan frases, citas de autores renombrados o no tanto, pero que gustan y nos hacen sentido o quizás no. Finalmente son excusas utilizadas a nuestro favor.

Partida....

"Cada instante que pasa nos roba un pedazo de rostro" (Oscar Wilde)


                                             Mantenga su distancia: Alerta de Neón

“Llegué siendo una analfabeta que creía que algo sabía y ahora me voy estando algo más ilustrada y con la convicción de que nunca voy a saber todo acerca de nada”, me repito  obsesivamente. No como un aprendizaje, sino más bien como una alerta superflua, una alerta del deber ser. Una morfina necesaria antes del aterrizaje, ese constante aterrizaje, ese contraimpulso inevitable a cualquier intento de despegue. Contraimpulso o aterrizaje del que hay que pararse dignamente. Eso sí lo tengo claro. Frente alta, no por orgullo propio, sino por mantener el orgullo ajeno intacto. Justificación al inevitable encandilamiento y posterior tropiezo que produce el neón. ¿El neón? Sí el neón.  Elemento que engaña, disfraza, engatusa, adorna. Sí, adorna, engalana aquella piedra con la cuál ya tropezaste hace mil kilómetros atrás. Esa misma piedra, en complicidad con la luminosidad del neón, hace que gozosa e hipnóticamente no sólo vuelvas a ese mismo punto de partida, sino que más bien corras hacia a ella. Neón que se vuelve nuestro rostro, escondiendo el verdadero, sin percatarnos de que cada instante que pasa nos roba un pedazo de ese rostro, como nos advirtió una vez Oscar Wilde. 

“Nos dispersamos con la superficialidad del neón con la esperanza de hacernos visibles a través de él. Neón como evasión. Neón como convenciones, deber ser, velas de cumpleaños, árboles de navidad, honores, pleitesías, autocomplacencia y morbo social. Neón y el desvío, la ceguera, la no introspección, la negación al ser, el miedo a la realidad en la oscuridad y esa verdad que se enciende cuando se apaga la luz. Neón y añoranza de un arcoíris eterno”. Escribí  eso una vez, tiempo atrás, en mi libreta de notas. La verdad es que esas fueron y serán mis únicas notas. 
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